One morning, Lara, a retired city hall official (Corinna Harfouch) opens her living room window, pushes a chair next to it, and then stands on the chair, swaying slightly as she looks at the ground below. Then she seems to think better of it, and instead walks out, withdraws her entire savings at the bank, and buys all the remaining tickets to the piano recital of her estranged son, Viktor (Tom Schilling), now a renowned pianist. She will spend her last day trying to track down her own son, makings amends, and in the process giving away those tickets to everyone around her.
What impressed me about Lara, from the very beginning until the end, is the script’s confidence in the viewer. So little of the story (written by Blaz Kutin and directed by Jan-Ole Gerster) happens in the dialogue: Lara’s suicidal ideation, her determination to give herself one final day to tie up the loose ends, her relationship with her son and how she drove him away, are all deduced and alluded to organically, no need to spell them out. This works entirely in the film’s favor, because their characters interact in real, natural ways unaffected by any fear of alienating the audience. Consider a scene where Lara runs into a man, and they start talking: their stilted familiarity immediately gives away that this is her ex-husband, and the way they both talk about Viktor indicates he is his father. A lesser movie would have felt the need to make this explicit in the dialogue.
The movie’s naturalistic style also means that it defies convention, mostly by eschewing a linear development for its plot or for its protagonist. Lara is not a likeable person, not that she needs to be: when she isn’t aloof -she literally turns away from conversations she doesn’t want to have- she is biting and curt, which gives you an idea of what she must have been like as a demanding mother. She is difficult, but then, so many people are.
Likewise, don’t come for structured progression or tidy endings, or you’ll be frustrated by some of Lara’s counterproductive choices or the ambiguity of some of the movie’s developments. If you can observe, and resist the urge to judge, you’ll be rewarded with a thoughtful character study.
La profesora de piano (2020)
Una mañana, Lara, una funcionaria jubilada (Corinna Harfouch) abre la ventana de su salón, acerca una silla a la misma, se sube a la misma y, balanceándose ligeramente, observa el suelo debajo. Entonces parece pensárselo dos veces, y sale de casa, vacía su cuenta bancaria y compra todas las entradas restantes del recital de piano del hijo que ya no le habla, Viktor (Tom Schilling), ahora un pianista de éxito. Pasará su último día tratando de dar con su propio hijo, expresando remordimiento, y de paso regalando las entradas a todos los que la rodean.
Lo que me impresionó de La profesora de piano, de principio a fin, es la confianza que el guión deposita en el espectador. Solo una parte mínima de la historia (escrita por Blaz Kutin y dirigida por Jan-Ole Gerster) existe en el diálogo: la tendencia suicida de Lara, su decisión de tomarse un último día para atar cabos sueltos, su relación con su hijo y la forma en que provocó su rechazo… Todas estas cosas se deducen o se insinúan, sin necesidad de expresarlas. Es algo que funciona a favor de la película, porque sus personajes interactúan de forma real y natural, sin miedo a ahuyentar al público. Pienso en una escena en la que Lara se cruza con un hombre, y empiezan a charlar: su cordialidad con aristas revela inmediatamente que se trata de su ex marido, y la forma en que él habla de Viktor indica que es su padre. Una película peor habría caído en la tentación de hacerles decirlo expresamente.
El estilo naturalista de la película también significa que desafía las convenciones, principalmente por la falta de un desarrollo lineal para el argumento o su protagonista. Lara no es una persona agradable, aunque tampoco tiene por qué serlo: cuando no es distante (da la espalda literalmente a las conversaciones que no quiere tenre) es mordaz y hosca, lo que nos da una idea de cómo sería tenerla de madre exigente. Es difícil, pero claro, mucha gente lo es.
De forma similar, no esperes una progresión estructurada o finales cuadrados, porque si no te frustrarán algunas de las decisiones contraproducentes de Lara o la ambigüedad de algunos de los acontecimientos de la película. Si observas, y resistes la tentación de juzgar, la recompensa es un refinado estudio de personaje.
The Film Tower 