Waves (2020) – Movie Review

Kelvin Harrison, Jr. and Sterling K. Brown in Waves

¡En español!

Waves is almost two movies in one. The first is dynamic, energetic, and stressful; the second is slow, melancholy, and contemplative.

We open with a masterful montage that plunges directly into the life of Tyler (Kelvin Harrison, Jr.), seemingly the perfect American teenager: he’s doing well in school, he’s a star wrestler, he plays the piano, has a girlfriend, bickers with his sister, Emily (Taylor Russell), sometimes works typing up notes for his mom (Renée Elise Goldsberry) and trains with his dad (Sterling K. Brown). During this opening sequence the camera, like Tyler himself, never stops moving, running and spinning through all the different vignettes that make up a life.

This brilliant appearance, as you might suspect, belies a darker undercurrent: Tyler has a shoulder injury that he keeps hidden because of the immense pressure to compete he’s under, mostly from his father, who insists on training him personally and chastises the smallest failure or complaint. It is a perfect reconstruction of how crushing expectations can be for a teenager, whether they’re academic or social expectations, or expectations of masculinity. Tyler’s injury keeps getting worse because he won’t stop training, so he takes pills to manage the pain, which also gets worse, which makes him act out, which makes his father push back even harder on what he thinks is a teenager losing his way. It is a recipe for disaster, and the tension ramps up steadily as Tyler loses control over more and more aspects of his life and his eroding mental health becomes obvious to those around him.

Then, in an upset, Waves switches focus and becomes Emily’s story, and in changing protagonists the film also changes its entire personality. Gone are the urgency and the tension; a feeling of loneliness and stagnation takes over, the quiet resignation of the sibling less preferred. This story is just as touching as Tyler’s, but it does play with the disadvantage of coming in when we’ve already sat through more than an hour of her brother’s life, which makes her already introspective section feel even slower and longer than it already is.

This is no fault of Russell, who plays Emily with restrained emotion; Harrison, on the other hand, is nothing short of spectacular as he acts out the demolition of his entire character. And what to say about Sterling K. Brown, an actor with that rare quality of being able to turn his threatening quality on and off: see him in This Is Us or American Crime Story, and he can be jovial or vulnerable, but here he looks downright dangerous. When he grew angry, I felt as intimidated by his disapproval as Tyler did.

There is so much to talk about in Waves, and I still barely touched upon Trey Edwards Shults’ incredible job as writer and director, aided by Drew Daniels as director of photography. The film is a gift for the eyes, with vibrant, saturated colors, and a light that almost makes you feel the sweat on a person’s forehead. The camerawork for the intro alone is wonderful, and they don’t make the mistake of shooting both stories the same way: Tyler lives at night-time, under light poles and colored LED lights, whereas Emily lives in daylight on a hot overcast day. They even change the aspect ratio several times, pulling into an Academy ratio in a particularly fraught scene.

Waves’ divided structure makes the last leg heavier and slower, in a movie that is already not short, but it is so full of raw emotion that I cannot but recommend it. A feast for the eyes (and ears -note the soundtrack by Atticus Ross and Trent Raznor, whom you may have recently heard on Watchmen), it is as personal and yet as universal a story as you can see today.

Waves on IMDb

Waves (2020)

 

Waves es casi dos películas en una. La primera es dinámica, enérgica, y estresante; la segunda es lenta, melancólica y reflexiva.

Empezamos con un sublime montaje que se lanza de lleno a la vida de Tyler (Kelvin Harrison, Jr.), aparentemente el adolescente americano perfecto: le va bien en el instituto, es un campeón de lucha, toca el piano, tiene novia, riñe con su hermana Emily (Taylor Russell), a veces trabaja transcribiendo notas para su madre (Renée Elise Goldsberry) y entrena con su padre (Sterling K. Brown). Durante esta secuencia inicial, la cámara, como el propio Tyler, nunca deja de moverse, corriendo y dando vueltas por las diferentes viñetas que forman su vida.

Esta imagen ideal, como cabría sospechar, oculta un trasfondo más oscuro: Tyler tiene una lesión del hombro que mantiene en secreto por la inmensa presión para competir a la que lo somete su padre, quien insiste en entrenarlo personalmente y afea hasta el más mínimo fracaso. Es una reconstrucción perfecta de lo aplastantes que pueden ser las expectativas para un adolescente, ya sean académicas, sociales, o masculinas. La lesión de Tyler no deja de empeorar porque no deja de entrenar, así que toma pastillas para tolerar el dolor, que también empeora, lo que lo lleva a rebelarse, lo que hace que su padre sea aún más duro con lo que piensa que es un joven desagradecido. Es una olla a presión, y la tensión aumenta gradualmente a medida que Tyler pierde el control sobre cada aspecto de su vida y el deterioro de su salud mental se vuelve evidente para los que lo rodean.

Entonces, inesperadamente, Waves alterna de perspectiva y se vuelve la historia de Emily, y al cambiar de protagonista cambia también toda su personalidad. Desaparecen la urgencia y la tensión; los reemplaza una sensación de soledad y estancamiento, la resignación silenciosa de la hermana menos preferida. Esta historia es tan conmovedora como la de Tyler, pero tiene la desventaja de empezar cuando ya hemos visto más de una hora de la vida de su hermano, lo que hace que su sección ya introspectiva de por sí se haga aún más lenta y larga de lo que ya es.

No es culpa de Russell, que interpreta a Emily con emoción contenida; Harrison, por si parte, es espectacular en la forma en que retrata el derrumbamiento de toda su persona. Y qué decir de Sterling K. Brown, un actor con la rara cualidad de poder activar y desactivar su aire amenazador a voluntad: si lo ves en This Is Us o American Crime Story, puede ser jovial o vulnerable, pero aquí parece directamente peligroso. Cuando se enfadaba, su desaprobación me intimidaba a mí tanto como a Tyler.

Hay mucho de lo que hablar en Waves, y todavía apenas he llegado al increíble trabajo de Trey Edwards Shults como guionista y director, con ayuda de Drew Daniels como director de fotografía. La película es un regalo para la vista, con colores vibrantes y saturados, y una luz con la que puedes casi sentir el sudor sobre la frente de los personajes. El trabajo de cámara es fenomenal ya solo en la introducción, y no cometen el error de rodar las dos historias igual: Tyler vive de noche, bajo farolas y luces LED de colores, mientras que Emily vive en la luz natural de un cálido día nublado. Hasta cambian la proporción de la imagen varias veces, estrechando el cuadro a la proporción de la Academia para una escena clave.

La estructura binaria de Waves hace que la última parte se haga más pesada y lenta en una película que no es corta, pero rebosa tanta emoción que no puedo dejar de recomendarla. Una hazaña visual (y sonora: Atticus Ross y Trent Raznor, a quien habrás escuchado en Watchmen, firman la banda sonora), es más personal y a la vez más universal que cualquier otra película en cartel ahora mismo.

Waves en IMDb