I love when movies take me to new places, new lives. The Blue Caftan is one of those, a gateway into the world of traditional Moroccan couture. There is one tiny shop in particular where Halim, a talented tailor (Saleh Bakri), and his wife Mina (Lubna Azabal) provide locals with painstakingly hand-sewn caftans for weddings and important occasions. They receive a large order, the titular blue caftan, which requires hiring an assistant, Youssef (Ayoub Missioui).
Right off the bat, the attraction between the two men is palpable -Hollywood could learn a thing or two about on-screen chemistry from this cast- but even to say that their romance is a slow-burn would be a major understatement. Writer-director Maryam Touzani leaves no equivocations about Halim’s orientation (we see him have ephemeral encounters with other men at the local hammam); how much Mina knows is an enigma. She certainly notices the longing glances at the shop, but whether jealousy guides her mistrust of Youssef is unknown.
Instead, the real focus of the film is the relationship between Halim and Mina, two soulmates who love each other if perhaps not in the way they are supposed to. There are many sides to their life together: he feels he is falling short of his duties as a husband, while her fixation on trying things she didn’t allow herself to enjoy, following a health scare, has the air of someone ticking items off a bucket list.
All three actors are good, but Lubna Azabal’s work in particular is transfixing as she takes on a character that defies expectations, both within and without the narrative. The lighting is another highl- another strong point on the production side, with much of the action shot in somber interiors with closeups of the actors’ faces bathed in a painterly light. The weakest link, on the other hand, is the character of Youssef: through no fault of his actor, he remains somewhat of a cypher throughout, as the story’s focus on Halim and Mina squeeze out any room there may have been to explore Youssef’s background or motivations.
The Blue Caftan is not perfect, for the above but also because it drags towards the end: there comes a point where all the pieces have moved to their final positions on the board and there’s still a good chunk of movie left, certainly not without emotion but weighed down by a few redundant scenes. Still, a sensitive story of love and companionship in an uncaring environment.

El caftán azul (2023)
Me encanta que una película me enseñe nuevos lugares, nuevas vidas. El caftán azul es una de esas, una ventana al mundo de la costura tradicional marroquí. Todo empieza en una tiendecita en concreto en la que Halim, un sastre de los de toda la vida (Saleh Bakri), y su mujer, Mina (Lubna Azabal) elaboran magníficos caftanes cosidos a mano para bodas y demás ocasiones especiales. Un día reciben un encargo importante, el caftán azul del título, que les obliga a contratar a un ayudante, Youssef (Ayoub Missioui).
Ya desde el principio, la atracción entre los dos hombres es evidente (ya podría Hollywood aprender de la química que desprende este reparto), aunque calificar su romance de paulatino sería hasta quedarse corto. La directora y guionista Maryam Touzani no deja ninguna duda de la orientación de Halim, al que vemos participar en encuentros efímeros con otros hombres en el hammam; cuánto de ello sabe Mina es un misterio. Desde luego, percibe las miradas clandestinas que se cruzan en su taller, pero si son los celos los que impulsan su desconfianza hacia Youssef está abierto a la interpretación.
En realidad, la verdadera historia de la película es la de la relación entre Halim y Mina, dos almas gemelas que se aman de todo corazón, aunque no de la forma en que se espera de ellos. Su convivencia cuenta con múltiples facetas: él siente que no cumple con su deber como marida, mientras que el empeño de ella en permitirse caprichos de los que antes se abstenía, cuando sufre de algún problema médico, tiene aire de alguien que tacha tareas de una lista.
Los tres actores son buenos, aunque el trabajo de Lubna Azabal en concreto impresiona con un personaje que rompe esquemas tanto dentro como fuera de la ficción. La iluminación es también reseñable: gran parte de la película se ha rodado en sombríos interiores con primeros planos de los actores, sus rostros bañados en una luz sacada de un cuadro clásico. Un eslabón débil de la cadena, por el contrario, es Youssef: sin que el actor tenga la culpa, su personaje nunca llega a definirse del todo, porque la importancia de la historia de Halim y Mina no deja sitio a explorar ni su origen ni sus motivaciones.
El caftán azul no es perfecta, por todo lo anterior pero también porque se hace lenta hacia el final: llega un punto en el que todas las piezas han ocupado ya sus puestos en el tablero cuando todavía queda un buen rato para el final, que desde luego no carece de emoción pero al cual le sobra alguna que otra escena redundante. Aun y todo, no deja de ser una sentida historia de amor en un entorno indolente.