A Prayer Before Dawn tells the true story of Billy Moore, a British boxer who was arrested in Thailand for possession. He served three years in a nightmarish Thai prison, and that’s roughly how long this movie feels.
The entire first half of the movie is dedicated exclusively to recounting the horrors of an overcrowded, dilapidated prison where all the inmates seem to be more savage and dangerous than they could have possibly been outside. There are fights just to get drinking water. Billy, who is white, a trained boxer, and addicted to drugs he can’t afford, is quickly appraised as a valuable possession by the different gangs in the prison.
Director Jean-Stéphane Sauvaire, in adapting Billy Moore’s own memoir, is fully dedicated to telling us how traumatic the experience was, and spares us no detail in including beatings, rape, suicide, murder, and everything else in between.
The violence on display is harrowing, for how little we get to see of it, as the film favours extreme closeups and handheld cameras to form a flurry of movement and shapes that force us to fill in the gaps. The film is packed with it: since Billy doesn’t speak Thai, neither do we, and so entire subplots go by in unsubtitled Thai dialogue; there are maybe a dozen English-language lines in the film. Suffering is this film’s lingua franca.
I have no objections to wanting to stress the inhuman conditions inside the jail; this is not a story that wants sugarcoating. But I am convinced that it could be done in three scenes, not an excruciating hour. We know Billy will end up being recruited by the prison’s boxing team, because that’s the hook, but a lifetime seemed to go by before it happened. By the time Billy starts boxing, the fights come as a relief, because there at least the violence is within the realm of the consensual.
All this said, there is merit in being able to tell such a visceral and affecting story with barely any dialogue. Joe Cole is a force of nature in playing the protagonist: with only a handful of lines, he is an extremely physical presence, a caged animal with nowhere to channel his increasingly overwhelming aggression. Muscled and trained, he towers above most of the other inmates and yet he can still seem vulnerable to their sheer ruthlessness. Despite the physicality of the film -through the closeups one can almost smell his sweat, touch his skin- Cole manages to track the emotional toll addiction and captivity take on him.
A Prayer Before Dawn clocks in at only two hours, and yet I could have sworn it was three. Its tale of suffering and resistance is engrossing, but also exhausting. The beginning ground me down with its desperation, so by the end I just wanted to see this poor man out.
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Una oración antes del amanecer (2018)
Una oración antes del amanecer nos cuenta la historia real de Billy Moore, un boxeador británico a quien arrestaron por posesión en Tailandia. Cumplió tres años en una prisión tailandesa abominable, y esa es aproximadamente la cantidad de tiempo que parece durar esta película.
Toda la primera mitad se dedica exclusivamente a contar los horrores de una prisión dilapidada y rebosante donde todos los presos parecen ser más salvajes y peligrosos de lo que podrían haber sido estando fuera. Hay peleas solo para conseguir agua potable. Las distintas bandas de la prisión no tardan en darse cuenta de que Billy, quien es blanco, un boxeador entrenado, y un adicto a drogas que no se puede permitir, es una posesión preciada.
El director Jean-Stéphane Sauvaire, en su adaptación de las propias memorias de Billy Moore, se ha volcado en mostrarnos lo traumática que fue la experiencia, y no ahorra detalles al incluir palizas, violaciones, suicidios, asesinatos y más.
La violencia que se desata en pantalla es abrumadora, para lo poco que vemos de ella, porque la película favorece los primerísimos primeros planos y las cámaras en mano para formar un torbellino de movimiento y formas que nos obliga a imaginarnos el resto. La película está llena a rebosar de ella: dado que Billy no habla tailandés, nosotros tampoco, así que historias enteras tienen lugar en diálogos en tailandés sin subtitular; a lo mejor hay una docena de frases que nos es dado entender. La lengua común de esta historia es el sufrimiento.
No me opongo a querer enfatizar las condiciones inhumanas de la prisión; esta no es una historia que deba edulcorarse, pero estoy convencido de que se podría haber hecho en tres escenas, no una hora interminable. Sabemos que Billy acabará entrando en el equipo de boxeo de la prisión, porque ese es el gancho, pero pasa una eternidad antes de que llegue ese momento. Para cuando Billy empieza a boxear, las peleas son un alivio, porque en ellas al menos la violencia entra dentro de lo voluntario.
Dicho todo esto, hay mérito en poder contar una historia tan visceral y poderosa sin apenas diálogo. Joe Cole es una fuerza de la naturaleza en su interpretación del protagonista: con solo un puñado de frases, es una presencia extremadamente física, un animal enjaulado sin ningún modo de canalizar su agresividad cada vez más irrefrenable. Musculoso y entrenado, supera en altura a casi todos los demás prisioneros pero aun así consigue parecer vulnerable ante la pura crueldad de los mismos. A pesar de la naturaleza física de la película (en los primeros planos casi podemos oler su sudor, tocar su piel), Cole consigue trazar la factura emocional que le pasan la adicción y la cautividad.
Una oración antes del amanecer apenas llega a las dos horas, pero podría haber jurado que fueron tres. El principio me devastó con sus desesperación, así que para el final solo quería que este pobre hombre saliera con vida.