It has become commonplace to describe auteur films as “an exploration of grief,” a summary that feels reductive. After Yang, a delicate film that indeed studies loss and grief, is focused more specifically on that odd reevaluation process that we undergo when we lose someone: when we look back at our time together and see our interactions under a new light, sometimes more generous, sometimes more analytical than we did when we were in the moment.
Yang (Justin H. Min), the titular character, is the person we’re mourning. He was a cultural android, bought by Jake (Colin Farrell) and Kyra (Jodie Turner-Smith) to assist their young adoptive daughter Mika (Malea Emma Tjandrawidjaja) navigate her Chinese heritage. Although Yang’s primary function was to teach Mika about Chinese history and culture -and, not for nothing, how to reconcile that aspect of her history with her present family and surroundings- he ends up becoming a comforting presence for all the family, joining their meals and outings together.
Until, one day, Yang stops working. That is to say, he dies. Mika is of course inconsolable, suffering as though she’d lost a brother, but Jake and Kyra are shaken to also feel a wave of grief that seems at odd with the idea of Yang they thought they had. This is where that reevaluation process starts, as the movie drifts into and out of the family’s memories.
Some memories are Yang’s, as we learn that androids can record some of their most precious memories. These are shot from his point of view and are perfect recollections only a few seconds in length. In one of the many sequences in this film that moved me to tears, a succession of these brief snippets form a mosaic of what Yang found precious in some way: a beautiful scenery, a gift from a loved one, a stolen glimpse of the family at rest… Without a word, Yang becomes all of a sudden a real person, after his death, by the discovery of these little treasures, like the trinkets found at old burial sites.
Other memories are Jake’s (or Kyra’s, even though her absence from the middle of the story is one the film’s only shortcomings), of conversations they had with Yang that now acquire a new dimension from a different vantage point. Kogonada distinguishes the imperfection of human memories from Yang’s perfect recordings, by repeating lines of dialogue from different angles, or using different readings -a reference to the fluidity of our own recollection. If Yang’s memories paint a picture of who he really was, Jake’s memories illustrate his conflicts, his search for identity and purpose.
There are films, like Ex Machina, that want to talk about what it means to be human, and what a hypothetical robot would need to be like for us to consider it sentient. After Yang is not interested in that conversation. Yang isn’t concerned with being human (that, he says, is typically human), but he struggles with being Asian, and with being Chinese: is he really those things if he was just manufactured to look and sound that way? On the other hand, if he is perceived that way by everyone else, isn’t his experience just as valid? (Kogonada has said in interviews that this reflects his own struggles with migration and assimilation.) Another side of the same question, of course, is if he was truly family to the people he loved, if he was bought, and expected to work as a servant.
Justin H. Min plays Yang with a preternatural calm, although it is his hyper focus on whoever he’s talking to that belies his superhuman condition -and of course people would confide in someone who listened that intently, so free of judgment. Colin Farrell, meanwhile, carries the movie with his understated performance: a man blindsided by a sadness he cannot name.
Lastly, everything is pulled together by Kogonada’s gorgeous aesthetic, reminiscent of his wonderful previous film, Columbus, all in Earth tones, sober designs, everyday life surrounded by architecture itself surrounded by nature (and there’s even Haley Lu Richardson in a short role). The production design, the visuals, the score all work to support the story’s moving emotional message.
After Yang is hard to summarize, but above everything it bursts with love and tenderness, expressed through memory and introspection. It will stay with you long after the credits roll.

After Yang (2022)
Se ha convertido en un lugar común describir una película de autor como “una exploración de la pérdida”, un resumen insuficiente. After Yang, un delicado filme que efectivamente estudia la pérdida y el dolor, se centra concretamente en ese extraño proceso de reevaluación que comienza cuando se pierde a alguien: cuando la persona que ha perdido a alguien rememora los momentos que pasaron juntos y ve la relación desde un nuevo punto de vista, a veces más generoso, a veces más analítico.
Yang (Justin H. Min), el personaje del título, es la persona que hemos perdido. Era un androide cultural, comprado por Jake (Colin Farrell) y Kyra (Jodie Turner-Smith) para que ayudara a su hija adoptiva Mika (Malea Emma Tjandrawidjaja) a comprender su herencia china. Aunque su función principal era enseñar a la pequeña Mika cultura e historia chinas -y cómo encajar ese aspecto de su historia con su familia y su entorno actuales- al final acabó convirtiéndose en una presencia reconfortante para toda la familia, acompañándolos en sus comidas o en sus paseos.
Hasta que, un día, Yang deja de funcionar. Es decir, muere. Mika, naturalmente, está destrozada, como si acabara de perder a un hermano, pero Jake y Kyra se sorprenden al sentir una oleada de pena que no es proporcional a la idea que pensaban tener de Yang. Aquí empieza ese proceso de reevaluación, cuando la película entra y sale de los recuerdos de sus personajes.
Algunos recuerdos son del propio Yang, porque resulta que los androides pueden grabar algunos de sus recuerdos más preciados. Estos planos se ven desde su punto de vista, registros perfectos de solo unos segundos de duración. En una de las muchas secuencias conmovedoras de la película, una sucesión de estos breves momentos forma un mosaico de todo aquello que Yang amó por un motivo u otro: un hermoso paisaje, un regalo de un ser querido, una mirada secreta a una familia en reposo… Sin diálogo de por medio, Yang de repente se vuelve una persona real para nosotros, tras su muerte, gracias a sus pequeños tesoros, como los objetos que se encuentran los arqueólogos en las tumbas ancestrales.
Otros recuerdos pertenecen a Jake (y a Kyra, aunque su ausencia de la parte central de la historia es una de las pocas decepciones de la obra), conversaciones que tuvieron con Yang que ahora adquieren un nuevo significado. Kogonada, el director y guionista, diferencia las grabaciones exactas de Yang de los recuerdos imperfectos de los humanos repitiendo frases desde distintos ángulos, o distintas entonaciones, para reflejar la fluidez de nuestra memoria. Si los recuerdos de Yang representan quién era de verdad, los de Jake representan sus conflictos, su búsqueda de identidad y propósito.
Hay películas, como por ejemplo Ex Machina, que hablan de lo que significa ser humano y de lo que tendría que ser un robot para que lo consideráramos verdaderamente consciente. After Yang no participa en esa conversación. A Yang no le preocupa ser humano (dice que esa es una obsesión humana), pero sí reflexiona sobre ser asiático, y chino: ¿acaso es alguna de esas cosas si lo fabricaron para que lo fuera? Por otro lado, si así es como lo perciben los que lo rodean, ¿cuál es la diferencia? (Kogonada ha afirmado en entrevistas que este tema refleja su propio conflicto con la migración y la asimilación). Otra cara de la misma moneda: ¿puede llegar a ser un miembro de la familia si lo compraron, si debe trabajar como sirviente?
Justin H. Min interpreta a Yang con una calma impertérrita, aunque lo que más delata su condición sobrehumana es la atención absoluta que presta a todo aquel con quien habla; no es de extrañar que la gente le cuente sus secretos a alguien que escucha tan bien y juzga tan poco. Colin Farrell, por su parte, lleva el peso de la película a sus espaldas con una actuación tan sutil como efectiva: la de un hombre sorprendido por una tristeza a la que no sabe poner nombre.
Para terminar, no puedo dejar de mencionar la sublime estética de Kogonada, que tanto recuerda a su maravillosa película anterior, Columbus: diseños sobrios y vida cotidiana rodeada de arquitectura a su vez rodeada de naturaleza (y además también sale Haley Lu Richardson en un breve papel). El diseño de producción, el arte, y la banda sonora unen fuerzas para realzar el mensaje emocional de la historia.
After Yang es difícil de resumir, pero lo principal es que rebosa amor y ternura, expresados mediante la memoria y la reflexión. Pensarás en ella mucho después de que terminen los créditos.