Columbus (2017) – Movie Review

Haley Lu Richardson and John Cho in Columbus

You could be forgiven for not knowing that the town of Columbus, Indiana (population 44,000) is a small mecca of modern architecture, with dozens of remarkable buildings designed by renowned architects in the mid-20th century.

Columbus, the movie, is about people, not buildings, but the latter are silent, inescapable characters that observe and dwarf the tiny persons around them.

The story, which builds on mood more than on plot, follows the unlikely friendship of Jin (John Cho, whom we recently saw in Searching), the son of a Korean-American architect, and Casey (Haley Lu Richardson, who appeared in my review of Support the Girls literally yesterday), a young librarian with a passion for architecture. Jin lives and works in Seoul, but comes to Columbus after his father suddenly collapses and falls into a coma. He runs into Casey, who was set to attend a talk by Jin’s dad, and she takes it upon herself to act as a guide of sorts, to show Columbus’ notorious buildings to Jin as a way of reintroducing him to his father’s work.

Both of our protagonist are haunted by the shadow of their parents: we can tell that Jin’s relationship with his dad was strained even before he moved to Korea, and Casey lives with her mom (Michelle Forbes, in a rare non-evil role [I love her, but she does get cast a lot as an antagonist!]), a recovering addict, and she worries about her relapsing constantly. A major theme of their conversations is figuring out how to become your own person and whether that constitutes a betrayal of your family.

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Cho and Richardson are fantastic in their private, understated performances, but for me the absolute star of the movie is Kogonada, the writer and director. Although he has a long list of documentaries under his name, this seems to be his first feature, and already he has an amazing and unique talent for shot composition and camera placement. You could start printing and framing this movie’s beautiful architectural shots and you’d run out of wall space in your home long before you ran out of material.

The composition is almost always symmetrical, aligned to geometrical shapes and straight lines; the shots are always static and squarely centered, to the point where there’s no doubt in my mind that tape measures were employed to find the exact centre of a space. This style is similar to Wes Anderson’s or Barry Sonnenfeld’s, but where they use it whimsically, to augment their movie’s reality into fantasy, Kogonada does the opposite, using it to anchor his story firmly to the ground, to build Columbus’ ever-present architecture as a cold, unfeeling backdrop unmoved by the people who walk into and out of frame. This naturalistic approach is further supported by the absence of a soundtrack: silences are allowed to remain silent, and at the same time they are filled in by the background noises of the city.

The result is a sober, but compelling portrayal of identity and existential doubt, with an aesthetic refined beyond belief. This movie’s composition will be studied.

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Columbus (2017)

 

No se nos puede culpar por no saber que el pueblo de Columbus, Indiana (población: 44.000) es una pequeña meca de la arquitectura moderna, con docenas de edificios notables diseñados por arquitectos de renombre a mediados del siglo XX.

Columbus, la película, trata de personas, no de edificios, pero estos son personajes mudos y omnipresentes que observan las idas y venidas de las personas diminutas que los rodean.

La historia, que trabaja más con estados de ánimo que con argumento, sigue la peculiar amistad entre Jin (John Cho, a quien vimos hace no mucho en Searching), el hijo de un arquitecto coreano, y Casey (Haley Lu Richardson, que salió en mi crítica de Support the Girls literalmente ayer), una joven bibliotecaria apasionada de la arquitectura. Jin vive y trabaja en Seúl, pero viene a Columbus después de que su padre se derrumbe y entre en coma. Se cruza con Casey, quien iba a asistir a una charla del padre de Jin, y esta decide hacerle de guía, para enseñarle a Jin los edificios más famosos como forma de acercarlo al trabajo de su padre.

Los dos protagonistas sufren bajo la sombra de sus padres: vemos que la relación de Jin con su padre era tensa incluso antes de que se fuera a Corea, y Casey vive con su madre (Michelle Forbes, en un inusual papel no malvado [me cae muy bien, pero hay que decir que la fichan mucho para hacer de antagonista]), una adicta en recuperación, y se preocupa constantemente de que recaiga. Un tema recurrente en sus conversaciones es cómo descubrir la identidad propia de uno sin traicionar de algún modo a la familia.

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Cho y Richardson ofrecen unas actuaciones privadas y sutiles dignas de elogio, pero para mí la verdadera estrella de la película es Kogonada, el guionista y director. Aunque ha realizado una larga lista de documentales, este parece ser su primer largometraje, y ya tiene un talento impresionante y único para la composición de los planos y la ubicación de la cámara. Podrías empezar a revelar y enmarcar los preciosos planos arquitectónicos de la película y te quedarías sin pared mucho antes de que te quedaras sin material.

La composición es casi siempre simétrica, alineada con formas geométricas y líneas rectas; los planos son siempre estáticos y centrados de frente, hasta el punto de que estoy seguro de que se emplearon cintas métricas para encontrar el centro exacto de un espacio. Este estilo puede recordar al de Wes Anderson o Barry Sonnenfeld, pero donde ellos lo utilizan como algo fantástico, para elevar la realidad de sus películas, Kogonada hace lo contrario: lo usa para anclar su película firmemente en la tierra, para retratar la arquitectura ubicua de Columbus como un escenario frío e inmisericorde para la gente que entra y sale del plano. Este enfoque naturalista se refuerza con la ausencia de banda sonora: los silencios se quedan en silencio, pero al mismo tiempo se llenan con los sonidos de fondo de la ciudad.

El resultado es un retrato sobrio pero conmovedor de la identidad y la duda existencial, con una estética refinada al máximo. La composición de esta película será objeto de estudio.

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