David Fincher’s latest reads more like an academic paper than a story, an insider’s deep dive into Hollywood history that makes only a cursory effort to provide background for the uninitiated. At the same time, it also presents a director at the very top of his craft.
Ostensibly, Mank is about the time when Hollywood screenwriter Herman Mankiewicz (Gary Oldman), while recovering from an accident, wrote the gargantuan script for Citizen Kane, although in practice the film flits back and forth in time illustrating Mank’s various run-ins with the powers that be in the years prior. These include Louis B. Mayer (Arliss Howard), head of MGM; William Hearst (Charles Dance), media mogul, and Marion Davies (Amanda Seyfried), the latter’s mistress and actress. Despite Orson Welles’ and Mank’s strenuous objections, Citizen Kane was universally assumed to be inspired by Hearst and Davies, which set them all on a collision course that mixed money, power, Hollywood unions and the media.
Let me get out of the way first thing that Gary Oldman, while undeniably a good actor, is for me terribly miscast in this role -at 62, he looks his age, and believing that he is in his late thirties, as Mank is for most of the film (43 at the latest timeline) prompts more disbelief than I am able to suspend (Fincher is quick to point out in interviews that Mank looked older due to his alcoholism, which, perhaps, but the pictures of him don’t look that old to me). I can’t blame Oldman for this, because he works well, but it took me out of the film time and again, especially in the scenes with his wife or his brother because they are adequately cast and the age difference is glaring.
As long as I’m griping about the film’s flaws, I might as well continue: it is a long film, and much of it is bone-dry, getting into the weeds of the Hollywood political intrigue in a way that assumes you know who all of these people are and their significance (I did not). The approach is so academic so as to be cold, albeit with several standout scenes like one involving Mank’s best friend, or a tender stroll around a garden with Marion Davies, who Seyfried portrays with flawless but knowing grace.
What really worked for me, then, was the sheer craft involved in this film. Fincher has his quirks, like all directors, but he never makes the same film twice, and he never works on autopilot (this is why, and I may be alone in this, I’m glad he is free of Mindhunter and working on features again). This time, he dives head first into the style and affectations of classic Hollywood movies, noticeable in technical details like the black and white photography or even the occasional cue blip, but mostly in his richly layered compositions, making good use of split diopters, favoring long, travelling takes.
It is not a riveting film, but it is for sure satisfying to see film handled with such skill and precision of purpose. I do wish this level of artistry had been used in favor of a story that was a good chunk shorter and focused a bit more on emotion.
Mank (2020)
Lo último de David Fincher parece más un artículo académico que una historia, un análisis técnico de la historia de Hollywood que solo hace un mínimo esfuerzo por explicar el trasfondo para los profanos. Por otro lado, cuenta con un director con un dominio literalmente magistral del medio.
En la superficie, Mank trata de los meses durante los cuales el guionista de Hollywood Herman Mankiewicz (Gary Oldman), convaleciente tras un accidente de coche, escribió el larguísimo guión de Ciudadano Kane, aunque en realidad la película salta adelante y atrás en el tiempo para ilustrar los variopintos encontronazos entre Mank y la élite del cine en los años anteriores. Entre estos últimos se encuentran Louis B. Mayer (Arliss Howard), ejecutivo de la Metro Goldwyn Mayer; William Hearst (Charles Dance), magnate de la prensa, y Marion Davies (Amanda Seyfried), amante de este último y actriz. A pesar de las vigorosas protestas de Orson Welles y Mank, todo el mundo dio por sentado que Ciudadano Kane estaba basado en Hearst y Davies, creando un conflicto que mezcla dinero, poder, los sindicatos de Hollywood y la prensa.
Voy a empezar directamente diciendo que Gary Oldman, sin duda un buen actor, en mi opinión no es el actor indicado para este papel: a sus 62 años, aparenta su edad, y creer que tiene treinta y tantos, como los tiene Mank durante la mayor parte del metraje (tiene 43 en la etapa más tardía) requiere más credulidad de la que soy capaz de ofrecer. No culpo a Oldman, porque trabaja bien, pero no dejó de sacarme de la peli una y otra vez, especialmente durante las escenas con su mujer o su hermano porque los interpretan actores de edad correcta y la diferencia es escandalosa.
Ya puestos a quejarnos, seguiré con que es una película larga, y en buena parte seca, porque se mete en los detalles de las intrigas políticas de Hollywood de una forma que exige saber quiénes son todas estas personas y por qué eran importantes (yo no lo sabía). El enfoque es tan académico que se hace frío, aunque hay escenas que sobresalen, como una con un amigo en crisis, o un tierno paseo por un jardín con Marion Davies, a quien Seyfried interpreta con una gracia elegante pero astuta.
Lo que de verdad me gustó, entonces, es la pericia pura y dura que se ha invertido en esta obra. Fincher tiene sus cosas, como todos los directores, pero nunca hace la misma película dos veces, y nunca trabaja en piloto automático (por eso, y estoy en minoría, me alegro de que se haya librado de Mindhunter y vuelva a los largometrajes). Esta vez se lanza de lleno al estilo del Hollywood clásico, lo que se nota en elementos técnicos como la fotografía en blanco y negro o incluso las marcas de cambio de cinta, pero más que nada en sus composiciones complejas y profundas que hacen buen uso de las lentes divididas y las tomas largas y panorámicas.
No es una película apasionante, pero es satisfactorio ver semejante destreza y claridad de propósito. Habría sido aún mejor si se hubiera empleado en una historia que fuera mucho más corta y con algo más de emoción.
The Film Tower 