Wes Anderson’s latest, The French Dispatch, opens with the typically delightful presentation of a charming, very New Yorker-style American periodical operating out of the fictional French town of Ennui-sur-Blasé (very French 101, that). The soul of the magazine is its editor (Bill Murray), who acts more like a benevolent grandfather to a colorful cast of writers, artists and journalists.
And then, immediately after this introduction, the movie all but abandons that concept and instead becomes three separate, independent short stories threaded only by the narrative device that they are articles in The French Dispatch’s last issue. There’s a troubled artist serving a long sentence in prison (Benicio del Toro) who finds his muse in a prison guard (Léa Seydoux), a young revolutionary/philosopher wannabe (Timothee Chalamet) who falls for the journalist who’s covering his protests (Frances McDormand), and lastly the food critic (Jeffrey Wright) who unwittingly steps into a hostage situation when interviewing a police captain (Mathieu Amalric).
I can’t hide my disappointment with this structure; I know we must judge the movies as they are, not as we wanted them to be, but I feel it is right there in the text that an interesting and varied premise is offered and then swiftly taken away for three stories that are, quite simply, not as interesting as the unfulfilled promise. The cast of characters at the magazine’s office is all assembled and meticulously presented before being discarded, so I think I can be forgiven for finding them curious and wanting to know more about them; how do you forgive a director who shows you Elisabeth Moss and then only gives her two lines?
If somewhat dull, story- and theme-wise, The French Dispatch does deliver on Wes Anderson’s extremely idiosyncratic style. If you like his trademark symmetry, bold composition and splashes of color, you will enjoy it here while also noticing that he advances his technique here and there with camera angles and movements that you might not associate with him; if you don’t like it, this is not the movie for you, although you probably didn’t need me to tell you that. My one aesthetic complaint is that its frequent switches from color to black and white and vice versa don’t often make a lot of sense; at first I thought they responded to changes from past to present or denoted a change in emotion, but as the film went on that didn’t seem to be the case and I wasn’t able to find a purpose behind the choice.
Lastly, one of the joys of this movie, more so than any of Anderson’s previous, is just how ridiculously stacked the cast is. I already used to joke that Wes Anderson has a group chat going and whenever he starts a new project, everyone in it just shows up. Here, in a movie with literal dozens of characters, every single one -even if they only have one scene, even if they only have one line- is played by a star or at the very least by a face that you recognize from elsewhere. There’s too many to list, too many to even attempt an abridged “for example”. It might be a shallow delight, but I’ve never gone “Oh, hey” so many times over the course of a single screening.
Ultimately, The French Dispatch left me cold. I like Wes Anderson and I appreciate the work and care he’s put into this piece, but the three stories that comprise it felt overly long and unremarkable in comparison to the choral comedy of errors that the framing device seemed to promise.
La Crónica Francesa (2021)
Lo último de Wes Anderson, La Crónica Francesa, empieza con una presentación característicamente pintoresca de una revista americana, muy al estilo The New Yorker, que se edita en el ficticio pueblo francés de Ennui-sur-Blasé (muy de primero de francés). El alma de la revista es su editor (Bill Murray), quien hace las veces de abuelo bonachón para un variopinto grupo de escritores, periodistas y dibujantes.
Y entonces, nada más presentarnos todo esto, la película lo abandona y decide centrarse en tres relatos cortos independientes cuya única conexión es que son artículos en el último número de La Crónica Francesa. Tratan de un pintor atormentado que cumple condena en prisión (Benicio del Toro) y que encuentra a su musa en una guardia (Léa Seydoux), un joven aprendiz de filósofo/revolucionario (Timothee Chalamet) que entabla una relación con la periodista que cubre sus protestas (Frances McDormand) y, por último, un crítico gastronómico (Jeffrey Wright) que sin comerlo ni beberlo (perdón) acaba en una toma de rehenes mientras entrevista a un capitán de la policía (Mathieu Amalric).
No ocultaré mi decepción con esta estructura; ya sé que debemos juzgar las películas por lo que son, no por lo que nosotros queremos que sean, pero también he de decir que es el texto mismo el que nos ofrece una premisa variada e interesante y luego nos la quita para darnos en su lugar tres historias que son, francamente, menos interesantes que esa promesa incumplida. El reparto de personajes de la oficina de la revista está completo y se nos presenta meticulosamente antes de desaparecer del mapa, así que no se me puede culpar por que me parezcan curiosos o por querer saber más sobre ellos; ¿cómo se perdona a un director que te enseña a Elisabeth Moss y luego solo le da dos frases?
Si bien resulta algo anodina, en lo que a historia se refiere, La Crónica Francesa cumple en lo que respecta al estilo extremadamente idiosincrático de Wes Anderson. Si te gustan su simetría, su composición de planos o sus estallidos de color, los disfrutarás en esta obra a la vez que notarás que progresa su técnica con ángulos o movimientos de cámara que uno no asociaría con él; si no te gusta su estilo, esta película no es para ti, pero seguramente eso ya te lo habías figurado. Mi única queja sobre la estética es que sus frecuentes cambios de color a blanco y negro y viceversa no parecen responder a motivo alguno: al principio pensé que marcarían el paso del pasado al presente o que denotarían un cambio de emoción, pero no parece ser el caso y nunca llegué a discernir una intención consistente detrás de cada cambio.
Por último, una de las alegrías de esta película, más aún que en las anteriores del director, es lo escandalosamente poblado que está el reparto. Antes de verla ya decía que Wes Anderson tiene un grupo de WhatsApp, y que cada vez que empieza un nuevo proyecto todo el mundo que está en el grupo aparece sin más. Esta vez, en un filme con literalmente varias docenas de personajes, todos y cada uno de ellos (como si solo dicen una frase) lo interpreta, si no una estrella de cine, como mínimo alguien a quien reconoces de algo. Son demasiados como para nombrarlos, demasiados incluso como para nombrar solo unos ejemplos.
En conclusión, La Crónica Francesa me dejó frío. Me gusta Wes Anderson y reconozco el trabajo y la atención que le puso a este proyecto, pero las tres historias que lo componen se hacen largas y anodinas en comparación con la comedia coral de enredo que el marco narrativo parece prometer.